El pasado mes de abril recibí una llamada que me hizo mucha ilusión. A través de mi querida amiga Carla de Pulseras Rosas contactaron conmigo para participar en un precioso e ilusionante proyecto de la Fundación Sandra Ibarra. Me contaron algo por teléfono y me dijeron el día y la hora en que podríamos vernos, y desde el primer momento dije que sí, pues si mi paso por la enfermedad puede ayudar a alguien en algo, hay que aprovecharlo. Y así, hacemos bueno algo tan malo.
Me surgieron muchas dudas en los días anteriores a nuestra cita, y es que, como algunos sabéis, desde enero estoy viviendo la peor tragedia que podría imaginar, y es vivir sin mi madre, mi joven, sana, y preciosa madre!. Con tanta pena me sentía incapaz de dar un mensaje positivo, pues muchas veces pensaba que no tenía que haberme curado y así no habría tenido que vivir sin ella...si si, ya sé que estaréis diciendo que cuánto egoísmo y cuánta brutalidad en mis palabras, pero cuando se está mal, cuando se sufre tanto, no se es capaz de pensar con claridad.
Total, que llegó el día, y allí me planté. Rezando para que no me entrase una tremenda llorera y no fuese capaz de contar que sí se puede y que por lo menos hay que intentarlo. Pero entonces la vida volvió a sorprenderme, y me puso delante a una serie de persona maravillosas, esos ángeles de los que la enfermedad me ha traído. Y entonces conocí a Yolanda, con la que sólo había hablado antes por teléfono, y a Angi, que me maquilló haciendome reír y dándome cariño y confianza, a Rubén, que con sus preguntas y su sonrisa me hacía estar como en casa allí delante de la cámara, haciéndome estar cómoda y emocionándose con mi historia...y a todos los demás...pero sobre todo, aquella tarde conocí a Sandra Ibarra. Cuánta luz! Cuanta belleza!. Supongo que la mayoría de la gente la conoce como yo, por la televisión o las redes, pero cuando estás delante de ella y te abraza, y te habla con esa dulzura, y esa sonrisa, te das cuenta de que tienes delante a una mujer muy grande, que ha pasado muchas cosas malas, pero que ha sabido convertirlas en buenas sobre todo para los demás. Me hizo sentirme orgullosa de ser una mujer. La charla con ella de aquella tarde es uno de los momentos buenos que ha tenido este trágico y duro 2017 que después de aquello aún me deparaba llorar un poco más si cabe...
Tratando de superar, o más bien, aceptar, que mi madre no está a mi lado, al menos físicamente, la vida me quita a mi otra madre, a mi Tía, otro de mis pilares en la vida. Fuerza, belleza, ejemplo...la hermana mayor de mi madre que en los últimos 3 años me ha enseñado la peor cara del cáncer, la que se vive cuando hay metástasis y pocas esperanzas de acabar con él, pero a la que se ha enfrentado con todas sus ganas y diciéndole que no quería irse y que no iba a poder con ella...hasta el final, que llegó en agosto. Qué duro, qué injusto...cuánto me ha reconfortado su abrazo y su sonrisa en los 8 meses que pasamos sin mamá. Pero no pudo ser...el cáncer también mata.
Y así terminó mi verano y comenzó un duro otoño que me hizo caer en la más oscuras de las tinieblas...no sé si eso es estar deprimida, pero se debe parecer mucho. Y la esperanza se pierde, y la ilusió también, y viene el miedo, y sólo esperas cosas malas porque sabes que van a llegar...hasta que los que te quieren se ponen serios contigo y tienes que pedir ayuda...y empezar a remontar, por tí, y por ellos.
Y en pleno remonte, llega esto, de nuevo Sandra Ibarra y su Diario de vida, que es un poco mío y de todos los que hemos participado. Y de nuevo vuelve la ilusión, y la sonrisa, y leo las otras historias y me emociono, y me digo que sí se puede, que hay que luchar y que hay que vivir, vivir con ganas y con fuerzas, demostrar que estamos llenos de vida, por nosotros, por los que tendrán que pasarlo, y por los que no están, pero que nos han dejado un gran ejemplo de ganas y de fuerzas.
Con mucha ilusión recibí ayer mi ejemplar, y las chicas de la librería me reconocieron en la foto de portada, y me dieron la enhorabuena por vivir. Qué cosa más bonita, y que poco sabemos sentirnos afortunados por lo más grande y más básico que te tenemos, la vida.
Os animo a todos a colaborar con nosotros y comprar el libro, es un precioso regalo para las fiestas que llegan en breve. Y podréis emocionaros con las preciosas historias que hay en él y llenaros de esperanza ante la enfermedad y ante La vida en general. Cuando lo tengáis en las manos vais a sentir el cariño que de él se desprende!.